Los extremistas intensifican su rigorismo con la prohibición de la entrada de mujeres en los baños públicos, la cruzada contra el alcohol y la batalla contra los cortes de pelo ‘occidentales’
Nada queda fuera del empuje proselitista de los talibán. Ni tan siquiera los escaparates. Un vídeo recién compartido en las redes sociales muestra a varias personas trabajando en la decapitación de maniquíes en un establecimiento afgano. Es la última acción conocida de otras muchas similares de cariz fundamentalista, impulsadas por personas convencidas de que las representaciones antropomorfas violan los preceptos de la religión islámica.
Guiado por una de las corrientes más ortodoxas del Islam, el recién instaurado Emirato Islámico de Afganistán ha emprendido una campaña de ‘purificación’ del país, anteriormente llamado República Islámica de Afganistán y donde estos mismos maniquíes no suponían un problema. Como tampoco lo suponía la presencia de imágenes de mujeres en los letreros de las tiendas, ahora cubiertas a brochazos por orden de los nuevos señores del país.
En las imágenes difundidas, las cabezas ruedan por el suelo. Sólo que son de plástico. Entre risas y comentarios jocosos, los responsables se explayan serrando uno a uno los maniquíes, que todavía portan prendas femeninas y, por lo tanto, están destinados sólo a ser contemplados por mujeres. Para muchos afganos críticos del nuevo Gobierno, se trata de una nueva evidencia de la voluntad de los talibán de apartar a las mujeres de la vida pública.
La cuestión de los maniquíes en particular ha sido crítica en varios países de mayoría musulmana. Si bien en Turquía, laico, la cuestión apenas ha suscitado controversias, las autoridades de Irán sí han alertado puntualmente de la inconveniencia de ciertos atributos de las figuras. En ocasiones, la Policía ha alertado a los vendedores de prohibiciones como que los maniquíes femeninos no lleven la cabeza cubierta con un velo o, incluso, estén “exponiendo las curvas del cuerpo”.
Los talibán parecen estar llevando el rigorismo varios pasos más adelante. Esta semana, el medio afgano ‘Khaama’ ha informado de un edicto, emitido en la provincia norteña de Balkh, que veta a las mujeres el acceso a los hammam o baños públicos. Este tipo de instalaciones no son solo tradicionales en todo el mundo islámico sino que, ante la falta de baños apropiados en muchos hogares humildes, los hammam son, para muchas personas, el sitio donde proporcionarse una higiene óptima.
“Ya que las personas no tienen acceso a baños modernos en casa, los hombres tienen permiso para ir a los baños generales, pero las mujeres deberán ir a los privados y manteniendo el recato”, ha afirmado el jefe de la Dirección provincial para la Promoción de la Virtud y la Prevención del Vicio, creado por los talibán para desarrollar las políticas de ‘purificación’ que prometió, nada más tomar el poder, uno de sus hombres fuertes, el Mulá Baradar.
Otra pata de esta política está siendo la erradicación del alcohol en Afganistán. Antes de la llegada de los talibán al Gobierno de un país eminentemente conservador y religioso, su consumo era muy residual, reducido a las élites capitalinas y a los extranjeros residentes en el país. Un vídeo emitido por la Dirección de Inteligencia muestra a un equipo de agentes deshaciéndose de 3.000 litros de licor vertiéndolos en un canal de Kabul.
CONTRA LOS DROGADICTOS Y LOS CORTES DE PELO OCCIDENTALES
“Los musulmanes deben abstenerse de producir y transportar alcohol”, advertía en la grabación un teólogo. La fecha del vertido no quedaba clara, pero sí se especificaba que, en la redada que permitió descubrir tamaña cantidad de alcohol, tres personas fueron arrestadas. Otro de los frentes de ‘purificación’ que los talibán han abierto en los últimos tiempos tiene que ver con los drogadictos. Decenas han sido criminalizados, aprehendidos en las calles y recluidos en centros de desintoxicación.
“Los talibán están tratando a los drogadictos con dureza. Esto no puede ayudar a reducir la adicción”, advierte una trabajadora social, hablando con EL MUNDO bajo condición de anonimato, que ha dedicado años de esfuerzos a mitigar los efectos de la droga en la población más pobre, creciente en número. “Desengancharse de una adicción requiere empatía y conciencia”, añade. “Requiere que se reconozca primero como una enfermedad, para luego tratar a los adictos como enfermos”.
En las últimas horas, otro vídeo ha sembrado la alarma. Entre tirones de pelo, un fundamentalista -quien exhibe una profusa cabellera-, corta a tijeretazos el pelo de un joven afgano en plena calle, rodeado de curiosos. Una de las últimas batallas de los talibán parece estar siendo el acabar con los cortes de pelo considerados ‘occidentales’. Del mismo modo, cada vez se impone con más ahínco la voluntad expresa del movimiento al poder de que todos los varones se dejen crecer la barba.
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