La culturas originarias, los sitios arqueológicos y la naturaleza están siendo aprovechados para espacios con esta vocación de esparcimiento del alma en un mundo atribulado.
México, además de sus playas y pirámides, ofrece una fusión de sabidurías de los pueblos originarios y orientales que atrae a un creciente tipo de turistas “new age”, ansiosos de sanar su alma en un mundo herido por el cambio climático y la pandemia.
La primera escala, a una hora en carretera de Ciudad de México, es Tepoztlán, un pintoresco poblado erigido al pie de una montaña y que se ha convertido en refugio de fin de semana de turistas, artistas, intelectuales y hasta buscadores de ovnis.
“Tepoz”, como se le conoce, y la vecina Amatlán, seducen tanto a mexicanos como a extranjeros en busca de “buenas vibras”, lejos de las ciudades y de las vacunas obligatorias.
“Aquí me encantan las vibras”, dice a la AFP Ania, una residente rusa de 31 años que dejó sus maletas al pie del cerro del Tepozteco, cuna, según la leyenda, de Quetzalcóatl, dios venerado por pueblos mesoamericanos.
“La gente está más relajada, es más espiritual. Vive celebrando el día de hoy”, añade la joven, quien elabora joyas, mientras recorre un mercado de productos orgánicos donde resuenan tambores y guitarras.
Pero alcanzar un estado zen en “Tepoz” cuesta. Los hoteles son más caros, con precios desde los 50 dólares la noche. No faltan los “centros holísticos místicos” para retiros espirituales, yoga y meditación.
“Desde la pandemia, llegó mucha gente a Tepoztlán. Extranjeros que se vinieron a vivir aquí, gente de Ciudad de México que se dieron cuenta de que su energía se va a bloquear”, comenta Alizbeth Camacho, del centro holístico Luz Azul.
La mujer, que antaño se dedicaba al fotoperiodismo, ofrece a visitantes “fotos del aura” para que puedan visualizar su karma y alineamiento de chakras por unos 16 dólares.
Desde la pandemia, llegó mucha gente a Tepoztlán. Extranjeros que se vinieron a vivir aquí, gente de Ciudad de México que se dieron cuenta de que su energía se va a bloquear
“Viaje interior”
El turismo new age en México se remonta a los años 1970, cuando el antropólogo peruano-estadounidense Carlos Castañeda vendió un millón de libros sobre las enseñanzas del chamán yaqui Don Juan Matus, originario del desierto de Sonora (noroeste).
En 1997, las tradiciones de las culturas originarias de mesoamérica inspiraron vagamente “Los cuatro acuerdos”, ‘best seller’ de superación personal del mexicano Miguel Ángel Ruiz.
México, para estos turistas, no sería lo que es sin la cultura de los hongos alucinógenos, cuya máxima exponente ha sido María Sabina, una chamana que el estadounidense Robert Godon Wasson descubrió para el mundo en los años 1950.
Cinco décadas después de la era hippie, aún es posible consumir peyote con algunas comunidades, como los yaquis y los wixárikas.
También se puede acceder fácilmente al paraíso artificial en San José del Pacífico, poblado enclavado en las montañas de Oaxaca (sur), estado donde nació María Sabina.
Será un viaje interior
Basta encontrar un “guía” para el “viaje”, como Pedro Ramírez, quien conduce por esta experiencia a cuatro jóvenes mexicanos y tres extranjeros.
“Será un viaje interior”, dice al mostrar los hongos. “Tal vez empieces con un poco de miedo, pero al poco rato, como a los 10 ó 15 minutos, ya cambias a un estado de mucha risa, después tal vez lloras un poco”.
“Estoy buscando respuestas y sobre todo aceptación después de la muerte de mi marido“, dice Araceli Pérez Navarrete, cuyo esposo era médico y murió de covid-19 en 2020.
“Quiero vivir y no sobrevivir como creo que venía haciendo”, complementa una semana después de la experiencia alucinógena.
Pero también hay viajes difíciles, como le ocurrió a un miembro del grupo.
Vapor purificador
El temazcal, baño de vapor con hierbas aromáticas, es otra herencia de los pueblos originarios que atrae al turismo espiritual.
Nicolás López, de 65 años, perpetúa este ritual de purificación cerca de las pirámides de Palenque, ante las montañas de Chiapas (sur) coronadas por la neblina.
Con el torso desnudo, los visitantes entran en una estructura circular hecha de tierra seca, calentada con piedras ardientes. Se danza en medio de los vapores del copal y al ritmo del tambor.
“Para mí significa algo sagrado, algo puro (…), dejar salir todo lo malo, enfermedades, y atraer puras cosas positivas”, afirma Valeria luego de sudar en el temazcal junto con su esposo y su hija de 14 años.
Este baño de vapor busca “despertar nuestro espíritu, nuestra alma”, explica Nicolás mientras espera la llegada de otros turistas mexicanos, estadounidenses e italianos, a quienes cobra entre 16 y 20 dólares cada uno.
En 2021, México recibió a cerca de 32 millones de turistas extranjeros, algunos de los cuales llegaron repitiendo un mantra en español: “sanar”.
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